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Hoy, nadie duda que el principal riesgo de nuestros bosques son los incendios, fenómenos que parecen inevitablemente asociados a la llegada del periodo estival. Cualquier medio de información cuenta con noticias de este tipo entre sus titulares. La escasez de lluvias y las elevadas temperaturas preparan las condiciones perfectas para que nuestro campo se vea asolado.

Sin embargo, la Estadística General de Incendios Forestales (EGIF), base de datos nacional de incendios forestales iniciada en 1968, nos muestra que, desde entonces, cada año ha habido incendios, y no sólo en verano. Simplemente, ahora, son mucho más virulentos. A estas condiciones climatológicas se une al abandono del medio rural y, de la suma de ambas, se obtiene unas masas forestales repletas de combustible.

La evolución de los tipos de incendios está directamente relacionada con el interés y concienciación que la sociedad actual tiene para con nuestro planeta. Así como crece el número de grandes incendios, también crecen las iniciativas que implican, tanto a particulares como empresas, en el cuidado del medio que nos rodea.

En este contexto, la tecnología supone una herramienta clave tanto para mitigar las consecuencias negativas de un incendio como ensalzar las virtudes de nuestros bosques. La experiencia en otros sectores es perfectamente trasladable a este. Mediante el empleo de soluciones de reducción de modelos correctivos (es decir, las aplicadas una vez ya ha sucedido el fenómeno) por otros preventivos (que nos permiten adelantarnos a los fenómenos futuros) mejoran el rendimiento del activo. Del mismo modo que esta hipótesis es válida para una planta termo-solar, por ejemplo, también lo es para nuestro campo.

La aplicación de entornos digitales que permitan un análisis de los datos -tanto en tiempo real como histórico-, así como un seguimiento de determinadas tareas de gestión forestal -tanto activas como preventivas-, conlleva intrínsecamente:

• Reducción de la probabilidad de generación de nuevos incendios
• Mejora y regeneración de la biodiversidad
• Visualización de los beneficios que nuestros bosques aportan a la sociedad
• Implicación directa por parte de particulares o empresas en el cuidado y mejora de nuestros bosques

Para poder desplegar este tipo de soluciones, es necesario trabajar en torno a 3 ideas clave:

• El poder del dato. Sólo se mejora aquello que se mide. Los datos estructurados, en tiempo real o pasados, suponen los ingredientes necesarios sobre los que construir cualquier solución de este tipo.
• Proceso digital vs. Herramienta digital. Digitalizar el conocimiento o la experiencia acumulada supone el factor con mayor impacto en esta ecuación. Desde Sener, entendemos que cualquier software (como la aplicación de inteligencia artificial) no debe ser un fin en sí mismo, sino la herramienta más avanzada de la que disponemos para alcanzar los objetivos. Por ello, es muy importante rodearse de un equipo que cuente con una experiencia acumulada en diferentes áreas (forestal, tecnológico…) suficiente para acometer con garantías esta parte.
• Predecir vs. Reaccionar. Esto supone un cambio de mentalidad, de actitud. No se trata de preocuparnos por nuestros bosques una vez hayan ardido o estén llenos de matorral. Se trata de monitorizar determinadas constantes forestales que nos permitan adelantarnos, que nos alerten acerca de acontecimientos futuros y así minimizar el impacto.

En definitiva, la sociedad puede beneficiarse de una acción más eficaz en la gestión de los bosques y prevención de incendios, tan habituales en esta época, si nos apoyamos en una cultura del dato más sólida. Mediante la tecnología y la analítica de datos, podremos actuar mejor, no solo durante un incendio, sino antes de que se produzca, cuidando nuestras masas forestales.