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El hidrógeno verde desempeñará un papel fundamental en la transición energética hacia una economía ecológica. Es uno de los carriers de energía más prometedores y también se aplica en una gran diversidad de industrias en todo el mundo.
El hidrógeno no emite CO₂ en su combustión, sin embargo, presenta algunas dificultades de almacenamiento (es una molécula pequeña y ligera y requiere un gran volumen de almacenamiento) y de seguridad.
Los combustibles fósiles, por el contrario, tienen una densidad de energía volumétrica muy elevada, aunque emiten CO₂ y otros GEI en su proceso de combustión. Este gran problema puede resolverse, por ejemplo, con el uso de carriers de hidrógeno como el metanol o el amoniaco.
El metanol, por ejemplo, presenta una ventaja económica sobre casi todas las demás alternativas para el transporte transoceánico de hidrógeno (excepto en el caso del amoniaco) y cuenta con una infraestructura ya existente. El amoniaco, por su parte, podría suministrarse y utilizarse directamente como producto, mientras que su transporte y distribución por tren son altamente económicos. Son embargo, ambas sustancias son tóxicas.
Todos los carriers de hidrógeno cuentan con ventajas e inconvenientes que deben tenerse en cuenta.
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Javier Llabrés
Javier es doctor en química aplicada y Chief Technical Engineer en Sener, donde trabaja desde 2007. Actualmente, está enfocado en proyectos de I+D relacionados con el craqueo y síntesis de amoniaco y metanol, en el desarrollo de electrolizadores y generadores de hidrógeno mediante microondas, así como en proyectos en torno al transporte y producción de hidrógeno verde. Compagina su labor profesional con la docencia, como profesor asociado en la UAM.
